- Jutaba
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- Jutba del viernes
Cuando el ser humano se siente fustrado, mira al pasado para compensar las pérdidas del presente:
Queridos hermanos, no creo que haya mayor catástrofe para la ummah que la de ver tambalearse a su modelo a seguir. El Imam Abu Hanifa -que Allah esté satisfecho con él- vio a un joven caminando en dirección a una zanja abierta en el suelo, y le dijo: "¡Cuidado, te vas a caer!" A lo que el joven contestó: "Tú eres el que tienes que tener cuidado, pues si yo me caigo, sólo yo sufriré las consecuencias, pero si tú te caes, el mundo entero caerá contigo."
Cuando nos sentimos fustrados, y no tenemos ya un modelo al que seguir, volvemos la mirada hacia las glorias del pasado para compensar lo que hemos perdido en el presente. En el jutbah de hoy hablaré sobre uno de los más eminentes ulamah, y de cómo se enfrentó a los problemas de su tiempo; se llamaba Al-Iz Ibn Abdesalam.
Este Imam fue un héroe; si sus actuaciones no hubiesen quedado registradas por escrito, probablemente las habríamos calificado de mitos o de invenciones de la imaginación humana, pero han dado fe de ellas otros ulamah contemporáneos suyos que le conocieron bien.
La posición de Al-Iz Ibn Abde2.1salam frente a la persona que colabora con los enemigo:
En Damasco, donde vivía Al-Iz Ibn Abdesalam, había un gobernador llamado el Rey Noble Ismail de los Bani Ayub. Este gobernador nombró a Al-Iz Ibn Abdesalam Imam de la mezquita de los Omeya. Un tiempo después, se alió con los enemigos de los musulmanes y les concedió algunas fortalezas, como las de Chakif y Safad, y algunas ciudades que les sirvieran de apoyo en su lucha contra el Noble Rey 'Ayub de Egipto. Esta es la situación: un musulmán que se alía con los enemigos de los musulmanes para matar a otros musulmanes. Como veís, la historia se repite. Cuando Al-Iz Ibn Abdesalam tuvo conocimiento de esta alianza, no lo pudo resistir; subió al mimbar de la mezquita y condenó este acto delante de todo el mundo. El rey, enfurecido por lo que había hecho, le mandó arrestar y le encarceló durante un largo periodo de tiempo, destituyéndole de su cargo de Imam Jatib.
Tras su liberación, Al-Iz Ibn Abdessalam se dirigió hacia Al Quds donde coincidió con el Rey Ismail que estaba reunido con los enemigos. El rey mandó a uno de sus hombres a Al- Iz para convencerle de que viniera a pedirle perdón. El enviado le dijo a Ibn Abdessalam: "Si quieres recuperar tu puesto en la mezquita y otras prebendas, no tienes más que pedir perdón al rey y besarle la mano." Al-Iz Ibn Abdessalam le contestó, riéndose: "No aceptaría ni que él me besara la mano." Y fue encarcelado de nuevo.
je de Al-Iz Ibn Abdessalam a Egipto tras su liberación:
El rey Ismail estaba reunido con algunos de los líderes de los enemigos de los musulmanes en un lugar cercano a donde se encontraba encarcelado Al-Iz. Éste recitaba el Qur'an y al oirle, preguntaron:"¿Quién recita así el Qur'an?" Les contestó: Es uno de nuestros grandes ulamah; le hemos encarcelado porque estaba en contra de nuestra alianza. Los enemigos replicaron: "Si tuviéramos entre nosotros un hombre con esta lealtad, le lavaríamos los pies y luego beberíamos el agua con la que se los hubiéramos lavado." El rey se sintió humillado; era el inicio de su derrota a manos de los egipcios. Más tarde, el Imam Al-Iz Ibn Abdessalam fue liberado y se dirigió a Egipto.
En Egipto, el Imam fue bien recibido por Najm Din Ayub, quien le otorgó grandes responsabilidades en el gobierno. Najm Din era una persona honrada y honesta pero al mismo tiempo era un déspota a quien nadie se atrevía a contradecir, o a dar su opinión delante de él. Los ministros solían decir que nunca estaban seguros si, tras las sesiones de gobierno con el poderoso Naj, volverían a sus casas o irían a la cárcel. Podemos preguntarnos ahora, ¿cómo actuaba delante del tirano Najm Din nuestro Imam a pesar de los cargos y responsabilidades que ostentaba?
Quien tiene presente la grandeza de Allah no teme a nadie:
Durante una fiesta, el rey con su séquito salió a pasear por las calles de la ciudad; había mucha gente y los ministros se inclinaban y besaban la mano del rey por temor a sus represalias. Al-Iz Ibn Abdessalam, en medio de la muchedumbre, le llamó por su nombre, sin añadir título ninguno: ¡Ayub! ¿Qué responderás a Allah cuando te recrimine:
"Te ofrecí el reino de Egipto y has permitido el alcohol." El Sultán le respondió: "¿Acaso esto ocurre en Egipto?" Le contestó: "Sí, en tal y en tal establecimiento público." El Sultán replicó: "No he sido yo quien ha introducido estas cosas. Todo esto ya estaba en la época en la que reinaba mi padre." El Imam agitó la cabeza, y dijo: "Entonces, tú eres de los que dicen: Hemos encontrado a nuestros padres haciendo esto." Apenas hubo
el sultán escuchado estas palabras cuando dio orden de que se prohibiera la venta de alcohol en todo Egipto.
Uno de los discípulos del Imam le preguntó:
¿Cómo te has atraveido a hablar así al Sultán en su momento de máximo esplendor y gloria?" El Imam le contestó: "Precisamente porque le vi en toda su gloria y temí que se convierta en un engreído; por eso quise que pusiera los pies sobre la tierra." Otro discípulo, le preguntó: "¿Cómo has tenido el valor de enfrentarte al Sultán?" Dijo: "Hijo mío, tuve presente la grandeza de Allah y no vi a nadie más."
A-Iz Ibn Abdessalam era que estaba por encima de cualquier cargo o dignidad:
En aquella época, los que gobernaban Egipto eran los mamelucos; los comandantes de los ejércitos eran mamelucos y los altos cargos estaban ocupados por ellos. Al-Iz Ibn Abdessalam era el gran juez de la ciudad, y cuando le traían un documento de compra-venta o de matrimonio contraído por algún mameluco que aún no había sido liberado, lo anulaba inmediatamente y decía que los mamelucos, aun siendo ministros y ocupando cargos de suma responsabilidad, no tenían derecho a realizar actos de compra-venta hasta ser liberados. Estas sentencias volvían iracundos a los mamelucos por lo que se quejaban ante el rey, quien, normalmente, les daba la razón. El Imam, al conocer esta actitud del Sultán, presentó su dimisión inmediatamente. Estaba por encima de títulos y dignidades; no sentía que le dieran fuerza, lo que realmente le daba fuerza era su fe en Allah y en la lucha contra la injusticia y el mal.
Quien tema a Allah, será temido por todo el mundo; y quien no tema a Allah, no será temido por nadie:
Gracias a estos principios y a esta firmeza, Al-Iz Ibn Abdessalam se convirtió en uno de los ulamah modélicos del mundo islámico de su tiempo. Cuando dimitió, quiso abandonar Egipto y dirigirse al Gran Sham, pero todos los habitantes salieron tras él suplicándole que volviese a tomar su cargo. Los historiadores narran que salieron los ulamah, hombres, mujeres y niños, todo el mundo salió tras él. Algunos se dirigieron al Sultán y le preguntaron: "¿Si Al-Iz abandona su cargo, a quién pondrás en su lugar? Y, ¿si todos han salido en pos de él, quién te apoyará a ti? Sin ellos no tienes reino." Entonces, el Sultán se dirigió al Imam y le pidió que se quedara. El Imam le puso una condición: "No volveré hasta que me permitas hacer una subasta y liberar a todos los mamelucos." Condición que aceptó el rey.
Tras este incidente, los mamelucos hicieron todo lo posible para persuadir al Imam de que anulara la subasta, pero todo fue en vano; entonces, decidieron matarle, pero tampoco esta vez lograron su objetivo. El Imam consiguió organizar la subasta y todo el dinero conseguido lo ingresó en las arcas del estado. Los historiadores están de acuerdo en afirmar que un incidente como el que acabamos de narrar no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Quien tema a Allah, será temido por todo el mundo; y quien no tema a Allah, no será temido por nadie.
Obedecer a Allah y abstenerse de los placeres de la vida, es la base del verdadero éxito:
Un día, los discípulos del Imam le informaron que un príncipe llamado Fajr Eddin, había edificado un antro similar a una discoteca cerca de una mezquita. Cuando el Imam se aseguró de que la noticia era cierta, reunió a todos sus hijos y discípulos y, juntos, derribaron el local.
En Damasco hubo una época en la que el precio de los jardines bajó muchísimo, entonces la mujer de Al-Iz Ibn Abdessalam le dio sus joyas, y le dijo:
"Toma, compra un jardín para nuestras vacaciones." El Imam cogió las joyas, las vendió y en el camino encontró a gente necesitada a quienes les dió todo el dinero. Al volver a su casa su mujer le preguntó: "¿Has comprado el jardín?" Al-Iz Ibn Abdessalam le contestó: "Sí, te compré un jardín pero en la otra vida." Su mujer no se enfureció, al contrario, le dijo: "Que Allah te bendiga." Imaginaos una mujer que da a su marido dinero para comprar una casa, y éste lo da todo a los necesitados, y aun así duerme tranquila dando gracias a Allah.
Queridos hermanos, os he trasladado a esta época de la historia para mostraos cómo era el Islam y cómo eran los hombres de aquel tiempo. El secreto está en obedecer a Allah y en abstenerse de los placeres de la vida.
gente acataba las órdenes del Al-Iz Ibn Abdessalam:
Cuando el gobernador de Egipto quiso combatir a los tártaros que invadieron Iraq y el Gran Sham, se dio cuenta de que las arcas del estado no eran suficientes para iniciar una guerra, por lo que decidió recaudar dinero del pueblo para poder armar al ejército y pagar a los soldados. Por ello, se reunió con los ulamah para pedir sus opiniones. El Imam Al-Iz Ibn Abdessalam le contestó: "Cuando recaudes de tu dinero y del de tus mujeres, y cuando los ministros traigan sus joyas y lo repartas entre los soldados y veas que todavía no es suficiente, entonces recauda dinero del pueblo." Como era una persona carismática y no podían desobedecerle, siguieron su consejo, y lograron la victoria.Queridos hermanos a lo largo de la historia del mundo musulmán existen multitud de ejemplos y modelos a seguir y, gracias a Allah, siempre encontraremos ulamah fieles a su creencia dispuestos a defender este din. Damos las gracias a Allah por nuestra firme posición, que nadie más sostiene, en cuanto al muro de la franja de Gaza, y pedimos a Allah que conceda al pueblo de Gaza la victoria a pesar de la muralla de acero.
Finalmente pido perdón a Allah, y os pido que también vosotros se lo pidáis en la confianza de que nos será concedido.
SEGUNDO JUTBAH:
Las alabanzas a Allah Señor de los mundos. Testifico que no hay más Dios que Allah y que nuestro señor Muhammad es Su Mensajero. Que Allah le bendiga y le de la paz, a él, a su familia y a sus Compañeros.
Denunciar el muro de acero que construye Egipto a lo largo de su frontera con Gaza:
Queridos hermanos, qué extraño es contemplar hoy cómo para presenciar un simple partido de futbol se han movilizado millones de personas, pero nadie ha movido un dedo para denunciar el muro de acero que está construyendo Egipto a lo largo de su frontera con la asediada franja de Gaza. ¿Es razonable esta actitud? Este muro se construye para la seguridad de Israel, y para impedir que lleguen leche y medicamentos a los niños y enfermos de Gaza.
Hubiéramos deseado que los ulamah que se pronunciaron a favor de la construcción de este muro, hubiesen denunciado el asedio, el cierre de los pasos fronterizos, la judaización de Al-Quds, y el intento de demolición de la mezquita Al-Aqsa. Al tomar esta decisión, la Academia de Investigación Islámica no tuvo otro argumento o prueba legitima que la de complacer al fuerte.
¿Quién de nosotros no considera este muro algo ilegítimo? ¿Quién de nosotros acepta la muerte de todo un pueblo? ¿Quién de nosotros aprueba la muerte de un pueblo musulmán? ¿Quién de nosotros acepta la muerte de los niños? Es algo que no se puede permitir.
Si una persona pronuncia un dictamen que complace a Allah, su valor se eleva a lo más alto, pero si lo hace para complacer a los más fuertes, su valor desciende al nivel más bajo. Ha dicho nuestro Profeta –que Allah le bendiga y le de la paz: "Alguno de vosotros puede, sin darse cuenta, decir algo que le haga bajar al infierno 70 años."
SÚPLICA:
¡Oh Allah, guíame! Hazme de los que has guiado, y sálvame de entre los que has salvado; acéptame de entre los que has aceptado, y bendice lo que me has otorgado; protégeme de lo que me has prescrito, porque sólo Tú juzgas y no puedes ser juzgado. ¡Oh Allah! Al que proteges, nunca será humillado, y al que rechazas, nunca será enaltecido. Bendito sea Allah en su grandeza, y que la gracia sea con el Profeta Muhammad.
¡Oh Allah! Guíame a las buenas acciones; nadie más puede hacerlo. Y guíame a las mejores virtudes, pues sólo Tú tienes el poder de otorgar los favores.
¡Oh Allah! Protege este din que es nuestro sustento, y protege nuestra tierra que es donde vivimos, y protege nuestra última vida a la cual nos dirigimos. Haz que nuestra vida sea una acumulación de buenas obras, y que nuestra muerte sea una manera de evitar el mal.
¡Oh Allah! Haz que sea suficiente lo que Tú me has decretado como permitido, para no tener que recurrir a lo que Tú me has prohibido, y otórgame una provisión que me permita no necesitar de la de otros.
¡Oh Allah! Con Tu poder, otorga la victoria al Islam y a los musulmanes, y muéstranos Tu fuerza en todo momento y lugar.